POEMAS DE JOSE ROBERTO RAMIREZ
NECROFILIA DEL TIEMPO
En la reverberación, como llaga ardorosa, hay lamentos;
todas las cenizas, al unísono, gritan tu nombre.
El silencio es llama ardiente que purifica palabras...
Somos trino que rompe la matriz del calendario,
canto de badajo que estremece pechos y penumbras,
insomnio inmerecido tejiendo otro lienzo...
El polícromo universo es pupila que se derrama
en la penumbra, el lienzo y la noche.
Aquí es el esplendor y principio de todas cosas...
Igual de áspera y lacerante la tristeza,
la desolación y silencio de árboles y pájaros.
La nostalgia es la misma navaja para todos.
La noche: pupila que engulle toda sed.
Las manos son tentáculos ahogados en el deseo.
Tu piel: otro océano donde hay vida nueva.
Pupila adentro se gestan mundos y todo deseo.
Las manos son pinceles nómadas salvando patológicas figuras,
dando espíritu y color al tiempo y su sepia.
En las manos cabe el mustio entorno,
sueños nuevos brotan como insistente hierba sobre pavimento.
Es de dioses el silencio y la espera.
Creas armonía en todo lo anacrónico del espacio:
dibujas besos a pesar de ausencia de labios,
coloraciones exactas sobre la penumbra de las cosas…
Y cada vez, como tierra en desamparo,
los rostros, inevitables,
se erosionan como calles abandonadas.
Al final,
sobrevive al naufragio un sarcófago de recuerdos polícromos,
un nómada cadáver con franca estela de arcoíris,
palabras abstractas convertidas en horas y formas inolvidables...
POEMA Z
Caminas sobre mi cuerpo.
Y sobre el cuerpo cae, de la rabia, su canto lacerante,
las agujas despiadadas con las que salpica el reloj,
todos los besos en olvido rezagados
que, similar a tierra entre uñas, nos acompañan sigilosos,
aquellas intenciones mortecinas
con las que creímos defendernos del mundo,
con las que creímos amar al mundo y al prójimo
como a nosotros mismos.
Y el cuerpo dice «basta ya de tanta mierda»,
y se resbala en su misma y embriagante saliva,
cuando intenta pronunciar una última palabra.
Hay silencio,
silencio,
y como hematuria en fluido
también hay presencia de recuerdos ardorosos,
que eternizan el golpe certero de toda soledad...
Y deseada arma homicida
vuelve a ser otra quijada de asno,
que rebuzna como amable estertor de Sodoma,
como tibios labios de Gomorra,
como acogedor interludio de media noche,
exactamente, en el oído medio,
exactamente, para no dormir en paz...
ESPECTRO
Se vuelve siendo otro
aunque se niegue,
y son extraños en los labios
el beso infértil y la tierra.
Espectro sin memoria soy,
evocando secretos de aves pequeñas
frente a la fogata que consume
mi alfabeto perdido.
Hurgo nuestras cenizas.
Me sublevo al olvido y su capricho.
Insensible tu mano
a la horrenda destrucción de voces y letras
con las que escribías mi nombre,
todas aquellas refugiadas en la pupila
cuando tu sexo prescindía de ellas.
El retorno y un abismo tiene el mismo sendero,
y la brevedad universal
se aloja en tu endeble sonrisa.
Ahí cabe el tiempo y su conjugación,
ahí la distancia
y todo silencio, también.
Solo soy un espectro
con pardo retorno
buscándote
en la piel...
METÁSTASIS
Cada minuto es otro canto
el canto de las aves,
otra luz,
la hoguera que en propio fuego se desvanece;
y cada vez, como tierra en desamparo,
los rostros, inevitables,
se erosionan como calles abandonadas.
Negros y misteriosos son los nuevos caminos,
que como únicos señalan las agujas,
y las noches se despintan
en sueños azules de pájaros nocturnos.
Cada uno
es voluntario a beber su veneno obligado,
no hay otro destino;
desnudos somos lienzo blanco frente al asombro.
Con rodillas dobladas ante la duda,
se duda de la fe que anuncian
como producto vencido en empaque renovado.
Soy de los que no pueden guardar,
como único tesoro,
la última imagen del espejo.
Me niego a la melodía social de las alas
y sus moscas festivas,
al veneno que se esparce en cada campanazo
de las manos,
la sonrisa vana que deja migas de alegría
esparcida sobre las sienes.
Prefiero la abofeteada del mar sobre la roca,
su soledad, la venganza, su ira eterna,
la realidad que nos abraza con intención suicida;
y otra la navaja que nos defienda,
que arme la palabra,
otra su pólvora, el disparo;
otro el filo para atravesar
el nervio palpitante de tuétanos corroídos, urbanizados,
ahogados con arena
que pudre la raíz que los sostiene.
Nueva la palabra
y otro el dios que la acompañe.
Nuevo el poeta, aunque la sangre esté envejecida, envenenada,
pero otra,
la última voluntad.
Nuevo su canto,
porque cada minuto otro es el
ESPEJISMO
Racimos de murciélagos en tu piel. La palabra es cuchillo hiriente para confirmarlo. Y la metáfora panacea para forrar de seda o terciopelo la impresión lacerante:
como racimo de murciélagos se esconden los recuerdos en la piel.
Y la reverberación de mi beso es un párvulo grito;
flama que apenas sobrevive a la mano tenebrosa del tiempo que asfixia, humedad que resucita al tercer día en medio de todos los labios, deseo que camina sobre lenguas multiplicadas por mil sobre la línea del tiempo; y en tu silencio, se remembra mi único beso, que hace distinguir mi lengua sobre toda lengua, mi silencio sobre toda soledad, mi deseo sobre toda lujuria, mi resonancia sobre toda palabra, mi elección alfabética sobre toda escritura. Y el universo resulta diferente: Es en este instintivo abismo de silencio y olvido que todo ciclo inicia, y que como rueda patológica conduce al vacío.
Los murciélagos se han ido, y la palabra es un bicho extraño que muere en el ímpetu y furor de los labios, en la intención reprimida de convertir las palabras en besos, o sangre, para verla deslizar como endémica serpiente sobre tu cuerpo. De allí en adelante, somos vértigo desaforado entre acuosas convulsiones hasta más allá del límite. Y en la separación de la pupila y el espejismo, de todo elemento y su fantasma, al ciclo de la roca y su memoria nos encomendamos.
José Roberto Ramírez
Poeta , Narrador, y Consultor cultural
Colaborador periodistico en suplemento 3000 del Colatino
Me impresiona la profundidad de tu surrealismo, así como tu estatura como intelectual. Sin maquillajes y aspavientos trabajas la cultura como el alfarero su vaso. Me siento orgulloso de tu amistad, de tu estilo apartado de la algarabía, aunque se que eres un optimista empedernido, que miras con luz y alegría la rueda de la vida. Saludos cordiales mi apreciable amigo.
ResponderBorrarLuis Humberto, muchas gracias por tus cálidas palabras y por tu amistad.
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