EL DILEMA SOBRE LA DEMOCRACIA
El dilema sobre la Democracia.
Por: Mario Mejia
Se entiende que Democracia es la soberanía del pueblo, es decir, cuando el poder reside en el pueblo, en la llamada "voluntad popular ". Se considera que un gobierno es democrático cuando es elegido por la voluntad popular y gobierna conforme a ella.
Dado que es casi imposible, o lo mejor imposible, que haya unanimidad en la llamada "voluntad popular", no queda más remedio que tomar como expresión de la Voluntad popular, a la voluntad de la mayoría
La democracia sería una manera de empoderar a la población, ya que al reconocer que el poder de los gobernantes no proviene de Dios sino de la misma sociedad humana, lo justo es que ese poder se ejecute conforme a la voluntad y beneficio de la población. La Democracia también sería una manera de conservar la paz social, ya que esta proporcionaría los medios pacíficos para cambiar a un gobierno que no goce del consentimiento de la mayoría de la población. Ya que al reconocerse que un gobierno debe estar acorde a la voluntad de la mayoría, el gobierno que no goce de tal apoyo, no se sentiría legitimado a mantenerse en el poder en contra de dicha voluntad popular, y dicho pueblo no se sentiría incentivado a ejercer la violencia.
Otro de los mejores argumentos en favor de la democracia lo otorgó John Locke. Locke era un empirista, sostenía que las personas nacen como una página en blanco, por lo que todas sus ideas o conocimiento sobre el mundo proviene de la experiencia, por lo tanto, la diversidad de opiniones se debe a la diversidad de experiencias. Esta argumentación fortalece la idea de que las personas del pueblo tienen experiencias y opiniones relevantes para fundamentar la toma de decisiones políticas.
El dilema o controversia sobre la democracia nace de la convicción que no todo gobierno que sea elegido por elecciones libres, transparentes y que utilice su poder conforme a la voluntad popular, es necesariamente legítimo. Esto quiere decir que la voluntad popular puede estar equivocada moralmente, y por lo tanto la democracia no necesariamente legitima a un gobierno y /o Estado.
Una mayoría podría estar en contra de ciertos derechos y elegir a un gobierno que utilice el poder conforme a la voluntad de dicha mayoría. En este caso, el gobierno sería democrático, pero no legítimo, porque responde a una voluntad popular que está equivocada moralmente
Cuando una minoría cree que la mayoría de la población puede elegir a un gobierno y/o asamblea legislativa que se presume ejercerá la tiranía, dicha minoría se sentiría legitimada para ejercer fraude, que es una forma de desconocer la voluntad de la mayoría. .
Esto quiere decir que existen sectores que no reconocen la voluntad popular cuando creen que esta puede elegir y/o aprobar gobiernos o congresistas que, ejercerán o ejercen una tiranía, por lo tanto, recurren al fraude o al golpe de Estado.
El dilema es ¿Cómo saber si realmente la voluntad popular está equivocada? Las diversas tendencias socio políticas difieren sobre qué entender por una voluntad popular que está en lo correcto y otra que está equivocada.
¿Cómo resolver esto? Es bien difícil, pero partamos de esta idea, el ideal es tener un gobierno y/o Estado que trabaje en función de los derechos de las personas, que los proteja. Pero como las diferentes propuestas administrativas y legislativas difieren en su estilo de ejercer poder para proteger los derechos de las personas, lo lógico es que sea el pueblo quien elija cuál es la propuesta más competente para proteger sus derechos. Todos los grupos en competencia electoral serían legítimos, ya que se encaminan a proteger derechos. Los candidatos de cada propuesta tendrían que tratar de convencer que son los más competentes para crear y aplicar los tipos de proyectos y legislación idóneos para proteger los derechos de las personas. Algo similar a una entrevista de trabajo, donde cada candidato busca convencer que es el más hábil para ejercer el trabajo conforme a las expectativas de la plaza a la que aspiran
Pero lo grave que esto no funciona así o no funciona tan así, los diferentes grupos que compiten electoralmente y los grupos que se inclinan por uno y otro grupo de los que compiten electoralmente, difieren sobre qué entender por derechos de las personas y acusan a los competidores de ser malvados, de proponer ideas y propuestas inspiradas en ideas malvadas, la competición se moraliza. Se vuelve en una lucha entre el bien y el mal. El grupo perdedor o que se sienta minoritario se sentirá legitimado para ejercer fraude o golpe de estado, ya que tendrá la convicción que la voluntad popular se equivocará o se equivocó en apoyar a los malvados, ya sea por ignorancia y/o maldad.
Para ir aterrizando, hay que tener claro que el hecho de que un gobierno o congreso sea elegido democráticamente y sus medidas gocen de la aprobación de la voluntad popular, no lo hace legítimo si ejerce el poder en contra de los derechos de las personas o los derechos de ciertas personas
Pero esta conclusión no resuelve el dilema sobre qué entender por derechos y una voluntad popular equivocada moralmente.
Mario Mejia
Colaborador de la Revista Dialogando con el Gato
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