POESIA DE ALBERTO LOPEZ SERRANO

 



VVLNERANT OMNES, VLTIMA NECAT


Veinticuatro caballos corren sobre tu espalda.

Algunos se desbocan, te rompen las costillas

si aúlla la trompeta que puya sus caderas.

¡Y creíste que el Pienso les calmaría el trote!

Golpean sus ijares, duro, uno contra todos.

Tu piel resiste apenas la bulla de los cascos.

Algunos han piafado canciones suaves, lentas,

y han mordido tus venas y el aire de tu cuello

mientras sueña tu oído un azul sorprendido.

Patean tus costillas de nuevo cada día.

Veinticuatro caballos corren sobre tu espalda.

¿Ninguno quedará después del arrebato!

Uno tras otro, van desgranando tu espina.

Uno tras otro, pesan y caes contra el piso.

Uno tras otro, a diario regresan y te montan,

se asoman a tus hombros y te escupen los ojos

y drenan con sus lenguas los besos que no diste

alguna noche verde. ¡Aquella noche verde!

Los caballos dormían y la ciudad dormía…

Pasan, pesan y pisan, te rompen las costillas

si aúlla la trompeta que troncha sus caderas.

Uno tras otro, irán cayendo sobre el lodo

de besos y costillas. El último caballo,

abajo, te dirá que subas, que estás listo. 


 



EL RITMO DE LAS ROSAS


Caminar caprichoso como nube,

volátil, el aliento de la vida

nos lleva por la senda recorrida

que a veces baja y otras veces sube.


Vivir para caerse, a la deriva,

en una sima de la negra tierra,

pero el soplo de Zeus se nos aferra

para alzarnos de nuevo a la luz viva.


Nada más un suspiro, eso es vivir.

Nada más un descuido, y nos perdemos.

Cada paso intentamos descubrir,


inútil, lo perenne de las cosas.

Ancla no se nos da, pero hoy podemos

plantar de nuevo el ritmo de las rosas.





TODO VOS


Todo vos

Ya se sabe que todo vos a la sombra de mis muros

sólo vos bajo la piel de mis escombros 

mientras gotean del techo las letras que te nombran


Cruje la almohada al resonar el pulso 

"Habla" me grita la penumbra

y temo poner las vocales a tu nombre 

"Salta" me insiste la voz

"Sólo falta el salto del muro hacia el asfalto"

y yo, con vocación de piedra,

agito el lago de mi sábana en silencio.


Cuajan en mis labios consonantes nada más 

que no se atreven a soltar el fuego que las quema 

Soplo brasas en secreto 

Me clavo relámpagos sin trueno

y yo, con vocación de niebla,

traspaso con mis dientes tus espaldas 


Vuelta y vuelta 

Carcoma el espanto del tic tac en las sienes

Vuelta y vuelta 

"Rómpete el altar y lánzate"

Vuelta y vuelta 

y todo vos en el puente con que sueño verde cruzando hacia la mesa

y todo vos en azul alucinándome las venas con sonrisa

Te imagino como un tsunami de letras grises 

se graban en mi trepidar de carne abstracta y yo sonrío 

por la mañana te diré que todo bien 

qué los pájaros se burlan de mí cuando amanece 

que las horas son camellos que esparcen saliva en mis pupilas


Todo vos 

ya se sabe que todo vos a la sombra de mis muros

todo vos a las tres treinta de la mañana 

sólo vos en la agonía que me clavo

sólo vos completo en mis párpados en vilo

todo vos          todo vos          todo vos







EL DOMADOR DE CABALLOS


Estás oculta en un rincón aparte.

A medio punto tejes casi a ciegas 

un manto grueso, púrpura y muy largo,

salpicado de flores de colores

que has bordado mecánica, hábilmente.

Hebra en tus dedos pálidos: derecho.

Máquina ansiosa y perfección: revés.


Ciñe tu talle el peplo de la boda. 

Los trenzados adornos del tocado

apenas brillan al candil que lanza

su luz perdida… y alta la techumbre.

Apenas sostenida en la diadema,

la sombra de tu velo casi inmóvil

te enreda en la pared y te contiene.

¡Qué alegre te veías de su mano!

¡Qué bello lo obtuviste de la diosa!

¡Qué fuerte te abrazaba sobre el carro

mientras entrabas a vivir en Troya!


La médula del niño está en el plato.

Después se dormirá con la nodriza.

El ruido del fogón te reconforta.

El agua se calienta para el baño

cuando vuelva agotado de los golpes,

cuando tibio le laves las heridas,

cuando tibio lo mires a los ojos.


Ya bajo el fuego el trípode te anuncia

que dejes las agujas y tu manto,

y esperes destejerte entre sus brazos.

Apartas lento el velo de tu oreja,

pero no oyes las puertas que se empujan,

sólo un leve rumor que desde afuera

te va a romper el cráneo contra el muro.


La luz en el candil se descompone.

Ansiosa tiras todo contra el piso.

El agua hierve loca y pareciera

llamarte a voces no vayas afuera

mientras ya sin control se desparrama.

El fuego te ve ansiosa y descompuesta.

El fuego sabe que el feroz Aquiles…

El fuego bajo el trípode se calla.





Y QUÉ IMPOSIBLE NO LLAMARTE INGLE


IV

Una gota de agua (me pareció) se convertía en océano,

me desdibujaban las olas la voz,

mi piedra trastocada en monte firme,

un trazo rústico develando el sendero de fluidos

y la médula toda concentrada en mis labios

y mi piel toda traslucida en lengua que olvida el alfabeto,

el arpa (¡y qué importaban alfabeto y arpa!),

y el polvo de mis átomos resurgido en pálpitos de aliento,

y van rajando tus labios los míos,

y el cuello abandonado a tu saliva,

y el pecho humedecido en tus mordiscos,

y el muslo abandonando los escudos

y aquello que lubrica entre los muslos esperando,

y lengua desgarrándome el abdomen

y mi ombligo que poco ignora lo que sigue…


Alberto López Serrano 

Poeta, Docente, Gestor Cultural, traductor 

Director de Casa Museo Salarrue 

Coordinador de los Miércoles de Poesía en la peña Cultural Los Tacos de Paco 

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