POESIA DE ALEXANDER AYESTAS PASTRANA
Prohibida (a Susan)
Es de noche,
quiero en este instante de mi vida: que me quisieras.
Quiéreme hasta que la luna desaparezca de mi vista,
hasta que las nubes se junten con los desiertos.
Quiéreme como los océanos a las lluvias,
Como el viento a las montañas.
Quiéreme hasta que se rompa la medida,
y el peso pierda el valor proporcional.
Quiéreme hasta que de mi vida solo queden mis huesos
y de los recuerdos las historias palpitantes.
Quiéreme hasta que el tiempo se termine.
Es posible el odio de las cosas tediosas.
La blasfema inútil y concurrente de los días inesperados y asquerosos.
De pie frente al instante en que ocurre, dos viejos fracasados en la vida, suelen jugar a ser románticos bajo el aire artificial y el silencio de una sala de espera.
Era un aburrido viernes, todos pasan desapercibido, menos yo, siempre estoy viendo a la gente que me rodea, esa maldita maña. Entre palabras y sañosos, esos viejos se tocan y se besan a palabras y a labios.
Me imagino, un día no muy lejano, si cumplo 60 años y todo un pendejo fracasado en el amor, encontrarme con una mujer de esas que la vida les sonríe feo o ellas son feas para vivir.
Los divorciados a los 60 y los que figuen volverse enamorar, siempre hablan de sus exmaridos o esposos o amantes, siempre llevan algo de ellos dentro que no olvidan, pero fingen estar de nuevo en camino de la conquista.
Siento pena por mí, siento vergüenza saber que, si a mis 30 los amores van y vienen a mi vida, temo que a los 50 ya seré un pendejo de primera categoría mendigando amores de mujeres que fracasan o las hacen fracasar. No sé qué futuro me espera, me reúso a pensar que no soy un triste y delirante soñador.
Casi fue una tarde. (a Susan)
Como había deseado ese día,
La primavera, las flores en el suelo, los frutos creciendo, el viento corriendo brevemente.
Era tarde,
sin embargo estabas conmigo.
Veía tu sonrisa, el castigo del viendo enamorando tu piel,
tus lunares, el sol ocultándose, tu cuerpo atardecido y siempre nuevo.
Era tarde,
mis ganas de verte, de besarte, de sentir tu cuerpo en la penuria del alma ingerida por la pasión que me provocas.
Era tarde,
quería desearte más,
tus labios tibios delgados y tus lunares, toda la luna permanente, deseándote en ocasiones, en espacios,
En mi vida.
Nunca había estado al lado de la circunstancia.
Hoy lo estuve.
se siente angustia
dilema y miseria,
miseria de hombres,
de amigos
de mujer.
Me sonríe en comerciales con propaganda barata,
disimula
Pero sé que me quiere
y aunque el destino nos separe
La circunstancia me es una miseria.
Manicomio
Estaba en ese lugar, el patio de mi casa y frente a mí la pared de una azotea, solía esperar la noche mientras un libro se disuelve en mi memoria.
Un pájaro de esos raros que cantan horrible y medio extraño, pareciera que se burlaba de mí.
En un momento me dio risa, pero luego empezó a enfurecerme, cogí una piedra, la primera que vi…se la lancé y el pájaro voló como un desgraciado.
Volví a mi silla y la noche nunca llego, era un día fastidioso, hacía mucha hambre y no tenía comida más que un bote de agua y una bolsa de caramelos, la ausencia y mi soledad empezó a poseerme, ya era un delirio enfermo.
Alexander Ayestas Pastrana
Poeta y Librero
Estudiante de sociología en la Universidad Nacional de El salvador
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