POESIA DE ANTONIO AQUINO
CAVERNAS.
Sollozan los olivos empapados de musgo,
que, con cada amanecer oscuro,
llegan encontrarse en recuerdos perpetuos.
Todos gritan por auxilio
Dentro de un cuento de maravillas,
donde los querubines zacean su sed,
rompiéndole las pocas vestiduras que le quedan
a todas esas masculinidades frágiles.
Donde sus hipócritas normativas sociales,
Quedan a fuera, a un paso, de entrar a la caverna,
Esa caverna de arcoíris,
Que sus diminutos anos, gritan con desesperación.
SUEÑO
Podría dormir en tu dulce agonía
En tu humilde sosiego,
Pero mi alma no me permitiría,
Seguirte dedicando versos inmaculados.
Ni que tu sonrisa fina,
pase por esos arcos,
Que dejaste en mi quebrantado corazón.
Ya no te permito,
Que roses tu espalda con la mía,
Porque mis alas no entrar en mi cama.
A ti,
mi Hombre exiliado,
Te niego la entrada,
Ha este paraíso terrenal,
Que te perteneció,
Y lo secaste,
Con tus pecados del pasado.
VERDE
La mirada de esos ojos tentadores,
Hacen que mi paso a paso sea más ágil,
Recorro nervioso, y trato de omitir mi vergüenza,
Estamos cerca de ese encuentro prohibido.
mi corazón late fuerte,
desea ese encuentro de almas peligrosas,
comernos entre esos musgos verdes,
que nos cobijaran para poder sentir,
esos cuerpos desnudos
que nadie observara, que nadie nos romperá.
Estamos adentro, estas adentro,
El gemir silencioso de nuestras almas, recorre por todo nuestro ser,
Me prometes piedad,
Pero yo te la boto con mis lujurias,
Ya no hay temor,
Ya no hay vergüenzas,
Solo el momento intenso y sexual,
Que nadie conoce,
Que solo es,
Un encuentro casual.
DANZA DE CHACALES.
Atormentando este cuerpo,
pasan corriendo los demonios,
Como en danza de brujas.
Esos oscuros, casi rosa,
Chisporrotean de cuarto en cuarto,
Pidiendo poder entrar,
A esas bañeras húmedas.
los querubines,
tentados,
Enciman sus duraznos velludos,
que campanean para entrar,
En las danzas de chacales.
VESTIGIOS
la fluidez de las tentaciones,
no dejaban de salir de sus palabras santas.
Solo quería morder esos inminentes vestigios,
Encontrados en alguna calle desolada.
Nosotros, con miradas ajenas,
Danzábamos
Como gitanos en medio de una hoguera fulminante.
Cantábamos flamantes,
en un compás de pasión y deseo,
deseo que tenía sabor a vino consagrado.
Y así,
Nos alejamos de la luz,
Me tuviste en la oscuridad,
Te tuve en la oscuridad,
Como esos cuentos de a mil y una noche,
En un desierto de estrellas
Contaron esta historia,
hasta las siguientes cien noches.
Antonio Aquino.
Bibliotecario, poeta y Docente
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