POEMAS DE CARLOS MAURICIO

 



Pobreza…

Sabes que eres pobre



cuando tus padres lloran

porque no tienen que darte de comer esa noche,

sabes que eres pobre cuando forras tus libros

y cuadernos de la escuela pública, con papel

de empaque, cuando no te dan una moneda

para el recreo, sino un pancito con frijoles,

ser pobre no solo es no tener para comer,

ni tener televisión, ni tener casa propia,

ni poder comprar ropa nueva o zapatos nuevos,

cuando has comido tortillas con sal,

leche con sal, ayote con leche, y has cenado

con dos salporas, sabes que eres pobre, cuando

tu mochila es un morral, sabes que eres pobre,

cuando entiendes la utilidad de los paraguas,

y te cubres con un plástico roto, cuando un auto

te arroja un charco completo al pasar la acera,

sabes que eres pobre cuando debes remendar todo,

tus calcetines, tu morral, tus pantalones,

tus camisas, cuando no conoces una escuela

o una clínica privada más que por fuera,

sabes que eres pobre cuando los soldaditos

con los que jugabas eran clavos que habías

logrado rescatar de algún trabajo de papá,

sabes que eres pobre cuando viajas de aventón

o caminas lo que sea necesario, sabes que eres

pobre cuando te parece una locura pagar un dólar

por una taza de café, sabes que un pueblo es pobre

cuando te tienes que ir a buscar trabajo y a hacer

tu vida fuera de ahí, cuando tienes que sacrificar

tu cariño por ese pueblo, cuando tienes que cortar

los lazos que te unen a esa tierra que te acunó

al nacer, o por lo menos extenderlos kilómetros

y kilómetros, porque ahí, simplemente

no se puede vivir, sabes que eres pobre cuando

debes despedirte de tus amigos y saber de ellos

cada tantos años, sabes que eres pobre cuando

tienes que dejar a tu padre sentado y con los ojos

nublados cada vez que te vas, sabes que eres pobre

cuando tienes que dejar a tu madre, la madre

de tu amor, con un abrazo y un beso en la frente

porque ella cómo tu pueblo ya te dio todo

lo material que podía darte, sabes que un pueblo

es pobre cuando debes dejar a una madre y a un hijo

y a una esposa, a una abuela y a un nieto,

y puedes verlos solo un efímero día a la semana,

disfrutarlos poco más de veinticuatro horas,

sabes que eres pobre cuando por sobrevivir,

tiendes que olvidarte tristemente de tu vida,

al final concluyes que el amor no muere

pero hace falta, que eres rico porque tienes amor,

pero eres pobre porque el buscar que comer,

el “rebuscarte” apenas y te da tiempo

para poder disfrutar plenamente de ese amor,

esa dosis de amor que algunos ricos menosprecian...

 

 

La vida o la vida...

Hay personas que temen por su vida,

con ese temor salen a trabajar,

el no hacerlo igual los va a matar

y resignados rompen la medida.

Oyen voces de burla y de rencor;

este ser valiente, mujer u hombre,

este ser con hambre y sin nombre,

va a la calle a buscar su labor.

Agacha la cabeza, ante el insulto,

porque sabe que es su suerte perra,

sin optar a perdón o a indulto.

Peleando y rodando por la tierra,

con la burla de todos los cultos,

al final ésta es solo su guerra…

“Quédate en casa, es la medida”

y escoger entre vida o muerte,

y en su debilidad se hace fuerte,

al escoger entre la vida o la vida

Y los que se quedan pueden hacerlo;

desde el tele y la comodidad,

el encierro ya parece libertad,

no es muy difícil el comprenderlo.

El otro tan solo tiene su sudor,

sus deudas, sus penas, sus clamores,

sus hijos que lloran hambre y amor.

No tiene mascarillas de colores,

ni tarjeta de débito acreedor,

solo tiene frío hambre y dolores...

 

 

Donde vivo…

¿Dónde vivo? Me pregunta usted donde es que vivo…

Eso es tan fácil y tan difícil de responder;

vivo en el cielo, en el cielo que se refleja

en un charco de mugre, de fango y sangre.

vivo en el anhelo, en el anhelo arrogante

e ingenuo de la utopía mal lograda…

Vivo en la decadencia constante de la guerra que toma

una nueva forma pero conserva el mismo olor fétido.

Vivo en el país del sarcasmo y la hipocresía,

porque sarcástica e hipócritamente le llaman

El país de la sonrisa, el pulgarcito de América.

Vivo en la tierra del asco y del humor negro…

¿Qué cómo es dónde vivo? ¿Esa es su pregunta?

¿Alguna vez ha oído hablar del Gehena Bíblico?

Por ahí puede usted empezar a imaginarse,

donde vivo es un mal sueño, un chiste negro.

Vivo en un lugar donde las personas no importan,

donde son lo último que debería importar,

vivo en un ritual pagano, vivo en una maquila,

vivo en un cibercafé, vivo en un prostíbulo,

vivo en una cantina, elevados todos a la enésima potencia.

Es como el lugar al que el escarabajo no quiere llegar

porque ni él está a salvo, porque será reprimido,

vivo en un lugar donde se juzga por el aspecto,

por el medio de transporte, por la vivienda, el celular,

por el equipo de sonido, y por la zona residencial…

¿Cómo son las personas dónde vivo? ¿Eso pregunta?

A veces no sé si son personas, pero puedo decirle

como son; si encierra un puñado de fieras hambrientas

En una jaula, en poco tiempo se harán pedazos

unos a otros; así son las personas donde yo vivo.

¿Comprobarlo? Solo vea el transporte colectivo, los estadios,

los mercados, ahí comprobará fácilmente lo que digo.

Aquí hay licenciadas convertidas en secretarias,

ingenieros en taxistas, mocosas berrinchudas ah y amantes

de jefes ancianos, enjutos y canosos pero con Rolex,

vehículos del año y casas en la colonia Escalón,

convertidas en jefas de unidades y departamentos públicos.

Hay una raza a la que llaman mareros, no me meteré

mucho con ellos, solo diré que los vikingos, los hunos

y los bárbaros se quedan cortos, muy cortos a su lado…

¿Me pregunta si no hay gente buena dónde vivo? Sabe a veces

Yo también me lo he preguntado, pero sí he conocido

a algunos en mi vida y a estos trato de conservarlos

y atesorarlos porque son escasos y duran muy pero muy poco,

¿Se pregunta que si me gusta dónde vivo? La verdad,

siendo honesto, no me gusta nada, si pudiera cambiaría

todo, desde las bases mismas, no dejaría ni una piedra en su lugar.

¿Me pregunta si amo dónde vivo? La respuesta es muy sencilla

sí, amo el lugar a donde vivo, como se ama a la madre

o la esposa ¿Me pregunta si me iría del lugar donde vivo?

Eso también es fácil, no, no lo haría por nada en el mundo.

¿Me cuestiona si no creo que eso contradictorio? Yo ya se

que lo es, no se preocupe, ese es otro mal de los salvadoreños…

 

 

Gentilicio...

Alienado, fanático, famélico,

adoptador de la protocultura del perreo,

seguidor de la moda y la opereta,

que vives en sumisión y sujeción

ante cualquier suciedad y basura,

que crees que tu basura es la mejor

basura de todo el ancho mundo,

como se enraízan la sexualidad,

la ignorancia, la ignominia en ti,

cuan fácil adoptar la porquería

para juntarla con la porquería

y crear una inmensa porqueriza...

Te enojas si te dicen la verdad,

te molestas si te muestran que, eres

un gran defensor del patriotismo,

pero un gran pisoteador del humanismo,

te jactas de las pequeñas cosas que haces

o que hacen tus amados "compatriotas",

prefieres el halago zalamero y servil

a la verdad cruda pero que ayuda y forja,

o es que no entiendes, o es que no tienes

ni pizca de criterio, intentas en vano

tapar la luz del sol con tus falanges,

negar lo evidente, defender lo que no

tiene defensa, ese eres tu una negación;

salvadoreño: una disyuntiva hecha gentilicio.

En un país donde no se lee, la mayoría

de los que leen, leen porquerías,

y defienden esas porquerías con su bilis,

la minoría de los que leen, buscan literatura

no entretenimiento, no más mentiras ni basura,

en un país donde te pueden matar por decir

que su cerveza es basura, que sus malos

escritores son malos escritores, que sus

malos libros son asquerosos libros,

en un país donde se es anti patriota

si no se apoya a la selección,

si no se apoya a los malos escritores,

a los pésimos músicos, a las bandas de paz,

a los desfiles donde se toca sopa de caracol

para honrar a los símbolos patrios,

en un país donde eres anti patriota si osas,

si te atreves a pensar diferente a las

distintas mayorías, en un país donde

si no eres fanático del Barcelona

o del Real Madrid, te ven de reojo,

como a un bicho raro y te tildan de loco,

en un país donde el amor propio es tan,

pero tan grande que no deja lugar

a la razón, al juicio, la criterio,

en un país donde el tuerto es el rey

en medio de tanto ciego, en un país

que es imitación de país, parodia

de país como dijo Gerardo Barrios,

en un país donde las palabras soeces,

las sirenas de patrullas y ambulancias,

los disparos, las extorsiones, las violaciones

las muertes, el llanto de las madres,

de las esposas, de las hijas es lo mas

común del mundo, en un país donde no se

quiere que en su literatura se plasme esa

realidad, porque ahuyentaría a los turistas,

en un país donde se necesita estar un poco

loco, al menos, para sobrevivir cada día,

en un país así me toco nacer, a un país

así me tocó amar, me lo ponen difícil

cada día, pero hay gente que dice con

su fe, con su forma de pensar, de sentir,

de ser, de tratar, que no estoy solo,

que hay más bichos raros como yo,

que la vida vale la pena y que causa

un placer el ser diferente, el sacar

de sus casillas a los masa de ahí afuera,

que seguir este camino de la no popularidad,

del exilio por mayoría de votos y por propia

voluntad, no es tan malo, que exiliarte en tus

libros y dibujos y amigos y demás es tan bueno

como amontonarse para ellos en su paquines,

su perreo, su lascivia, su cine barato,

su egocentrismo, su pilsener, su clásico,

adoptadores de toda clase de culturas

absurdas y denigrantes, adoptadores de

todo aquello que insulte a la razón,

al único que no adoptarías sería a mí

y a los que son como yo, sin embargo

para ustedes va mi bendición...

 

 

 

Bendición.

Benditos sean aquellos

a los que nadie bendice,

aquellos de bajo perfil,

benditos los que pasan

desapercibidos,

no los que buscan la fama,

no los que buscan la gloria,

benditos sean todos

los que nunca sobresalen,

los genios ignorados,

los incomprendidos,

los autoexiliados,

no los que buscan el tumulto,

o el ruido o el placer inútil,

bendito sea el campesino,

bendito sea el empírico,

benditos sean aquellos

que se ríen en la desgracia,

benditos sean los niños

de cuarenta y cinco años

y los sabios ancianos

de tan solo dieciséis,

no los populares,

no las mayorías,

no los que hacen siempre

lo que han querido.

Benditos sean aquellos

que hacen el trabajo duro,

los que conciben las ideas

para que otros tomen el crédito,

bendita sea la voz

de los que no tienen voz,

bendito sea el sudor

de los humildes,

y la sangre de los mansos

que se volvieron impetuosos,

no, de los burgueses puritanos,

ni de los falsos moralistas,

ni de los que predican la ley

y te matan por la espalda,

con un “ósculo santo”.

Benditos sean aquellos

que hacen la olla común,

los que a nadie ven de menos,

pero reconocen sus defectos

y sus capacidades.

Benditos sean los honestos

trabajadores proletarios,

los que ganan el pan

para los suyos

con sudor y lágrimas

y con sangre derramada

en maquilas y fábricas,

en fincas y bodegas,

no los hipócritas serviles,

no los lame botas, enemigos

de los honrados, comunes

y corrientes trabajadores.

Benditos sean aquellos

que tienen mucho que decir

pero saben que no hay

quien los escuche...

 

 

Rutina...

Te levantas el lunes en la madrugada

y te diriges al trabajo, como todos los lunes,

te ajustas los audífonos y te alegras

de haber conseguido el asiento que queda

junto a la ventana, “placer de pobre”,

te dices a ti mismo con un sonrisa.

Llegas al trabajo, intentas no sacar a relucir

el sarcasmo característico de tu naturaleza,

ante las bromas y los saludos forzados,

sonríes, al que te sonríe honestamente

y te ríes de él/la que te contesta con desdén

pero lo haces por dentro, para ti mismo,

a él/ella, en cambio le regalas la más jovial,

la más brillante de tus sonrisas…

Te mueves, haces tu trabajo con fiereza,

te aferras a eso, a amar lo que haces,

a hacer las cosas bien, tan bien como se pueda,

o tanto como el sistema te lo permita.

Te ríes de la vieja chismosa que te llama niño,

inmaduro, que te restriega en la cara tu edad,

tu sobrepeso, te ríes porque piensas en que:

“ella cree que me ofende por llamarme niño,

por recordarme que estoy gordo, no sabe,

no sabe que he vivido así por años, desde

la más tierna infancia gente como ella ha creído

molestarme por mis defectos,” y en el fondo,

te da risa y ternura la inocencia de aquel ser,

que cree que te va a irritar por llamarte niño,

terminas las labores, vuelves a casa, no te subes

al microbús que pasa primero, ni al segundo,

esperas más, no quieres ir en un microbús tan lleno,

aunque pagues más, aunque tardes más…

Te estás jugando tu libertad, tu sanidad mental,

esperas… Hasta que se asoma un asiento libre,

hasta que sabes que podrás sentarte unos minutos,

tomar tu libro, y pasar unas cuantas hojas,

y mientras el bus avanza, escuchas las conversaciones,

las sirenas, la música, el autotune, pero tu libro,

tu amado libro te da libertad, te libera de eso,

afuera es una jungla de asfalto, un infierno de neón,

pero no afecta, te bajas del bus, caminas rápido,

llegas a casa, lees un poco más, ves algo en internet,

porque odias la televisión y los noticiarios manipuladores,

y las estupidizantes telenovelas, jamás,

desde que vives solo, jamás has encendido una televisión,

comes lo que hay, y te preparas para dormir,

te cuesta un poco, piensas mucho, en muchas cosas,

pero al final te duermes debe ser así, sino

como podrías soportar otro día igual que te espera,

necesitas ese sueño, más que el alimento,

porque sabes que mañana otra vez, tienes que estar entero,

porque sabes que afuera la vida sigue siendo algo terrible

y te preguntas si como dijo Huxley, este mundo,

no será simplemente el infierno de otro mundo…

 

 

 

COTIDIANO I

De pronto un día, naces...

y comienza tu locura de la vida...

No tienes juguetes ni televisor,

pero te acostumbras...

Las primeras palabras

que escuchas son palabrotas,

entre gritos y golpes,

pero te acostumbras...

Antes de acostumbrarte

al canto de las aves

y al murmullo del agua,

en El Salvador te acostumbras

al sonido de las balas y sirenas,

al sonido de vidrios rotos,

al sonido de huesos rotos,

al sonido de sueños rotos,

en este paisito loco

te acostumbras al sonido

del gotear de la sangre,

te acostumbras a los gritos de auxilio,

a los gritos de miedo,

a los gritos de odio,

a los gritos de rabia,

buscas cosas bunas,

la alegría, el amor,

la paz, la tranquilidad,

pero buscas y buscas y no las encuentras,

y así tarde o temprano,

a pesar de todo, te acostumbras...

Por mucho que duela, que te entristezca,

aquí o te mueres... O te acostumbras…

 

 

Carlos Mauricio 

Poeta y Narrador

Comentarios

Entradas más populares de este blog

POEMAS DE JOSUE RAMOS

POESIA DE ALBERTO LOPEZ SERRANO

POEMAS DE ANY ABREGO